Los edulcorantes son aquellas sustancias naturales o artificiales que sirven para dar sabor dulce a un alimento o producto que de otra forma tiene sabor amargo o desagradable. Dentro de estos encontramos los de alto valor calórico como pueden ser el azúcar o la miel, y por otro lado los de bajo valor calórico, que se emplean como sustitutos del azúcar. Son de estos últimos sobre los que vamos a tratar en este post, concretamente de la sacarina, el edulcorante más conocido y utilizado en nuestro país.
El uso de la sacarina (tanto líquida como en dosis tipo pastillitas) es muy aconsejable para toda aquella persona cuyo objetivo sea perder peso, pues en una dosis mucho más pequeña de sacarina que la que se necesita de azúcar para endulzar cualquier alimento encontramos una dulzura muy superior de la primera respecto a la segunda, lo que provoca que requerimos de mucho menos edulcorante en nuestro consumo.
Hasta aquí todo correcto. Pero a partir de esta información en la que intento dejar claro que tanto los edulcorantes (artificiales) como el azúcar (natural) tienen como finalidad aportar sabor dulce (ambos tipos son calóricos). Ello ha incitado a ser objeto de posibles futuros estudios que buscan la evidencia científica en cuanto a la posible relación de estos con la obesidad, el riesgo de cáncer o una de las posibles causas de la diabetes.
Entonces, ¿son seguros? ¿ hemos de consumir azúcar o edulcorantes naturales en lugar de artificiales?
¡En el balance y la moderación está el éxito! Por mi parte, considero que los edulcorantes son una buena herramienta para disminuir las calorías diarias consumidas junto con una alimentación saludable, equilibrada y una práctica moderada y regular de ejercicio físico. Considero pues que, en dosis pequeñas, no hace daño alguno para nuestra salud y es por ello que lo recomiendo totalmente. Además, bajo mi punto de vista, echarle la culpa a algo tan sencillo y poco trascendental en una dieta como son los edulcorantes, de ser los causantes de la obesidad no es lo más adecuado pues esta enfermedad y otras relacionadas con la alimentación son fruto de malos hábitos mucho más significativos.